Esta semana tuve una conversación muy reveladora con un..., no sé cómo llamarlo..., digamos «colega», que me demostró hasta qué punto el ser humano merece la extinción. Básicamente, esta persona me soltó un "no entiendo que, con tu sobrepeso, tengas el éxito que tienes». Y se quedó tan ancho. Por mi parte le respondí que, con su nivel intelectual, yo sí entendía por qué le iba como le iba, pero tampoco vamos a entrar en más detalles. El caso es que esto me hizo pensar en hasta qué punto las mujeres condicionan (condicionamos) nuestras vidas al gusto de ciertos hombres.
Yo nunca jamás he sido una niña delgada, ni tampoco he perseguido ese objetivo. Me gustan mis curvas, y si bien es cierto que hace muchos años que tengo algo de sobrepeso, a mí personalmente no me molesta más allá de no poder comprarme algunas prendas de ropa mona o pasarlas putas para encontrar un pantalón que me quede más o menos bien. No tengo problemas de salud, así que, por lo demás, a mí plim. No siento esa necesidad de cumplir un estereotipo de belleza para gustarle a un tío porque casi siempre he tenido mucha suerte en este aspecto, he conseguido casi todo lo que me he propuesto y he dado con niños a los que o no les ha importado o, incluso, lo preferían así. El que mi colega dé por hecho que si no calzas una 38 no vas a ligar con quien te guste me parece un signo de retraso mental agudo y también dice mucho de él como persona, pero bueno, ese no es el caso.
Lo que me preocupa de todo esto es que, si yo fuera otro tipo de persona, ese comentario me habría hundido en la miseria y me habría arrojado a los brazos de las dietas y la operación bikini. A mí a la playa me gusta ir o en bolas o vestida, y al que no le gusten mis lorzas que no las mire. Personalmente, los tíos musculados de gimnasio que van a pasearse por las playas para pavonearse ante los y las chatis me dan ganas de vomitar, así que ellos también están en su derecho de pensar lo mismo de mí.
Anyway, que me pierdo. Lo que quiero decir que es a cada persona le gustan unas cosas distintas y no creo que ninguno tengamos derecho a juzgar a los demás solo porque sus opciones sean distintas a las nuestras, y mucho menos a imponérselas como únicas y verdaderas. Demasiadas dificultades entraña ya el día a día como para encima añadirle la preocupación de «si no bajo 3 o 4 tallas nadie va a quererme». De hecho, me alegro de que mi aspecto sirva de repelente para este tipo de personas, personas que, además, no es la primera, la segunda ni la tercera vez que me han propuesto precisamente lo que tanta extrañeza les provoca, pero bueno.
Señores que piensan así: antes de soltar una de esas, háganse un pajote, que nosotras no tenemos por qué ser el recipiente de sus frustraciones.
Señores que tienen un par de dedos de frente y también opinan que esta persona es algo retrasada: con ustedes por aquí, el mundo es un sitio mejor. Seamos legión.
2 comentarios:
Cuánta actividad en el blog últimamente!
Lo de la gordura a nadie se le escapa que, como casi todo en la vida, es una cuestión relativa. A casi nadie le gustan gordos/gordas ni flacuchos/flacuchas.
Todo es una cuestión de dónde ponemos cada uno los límites de lo que consideramos gordo o flaco, que, además, viene condicionado por un montón de factores endógenos (culturales, genéticos y otros) que nos hacen juzgar al sujeto a menudo inconscientemente por otra serie de factores exógenos (edad, simetrías corporales, atuendo, nivel intelectual, cultural, económico, etcétera).
Sorprenderse del éxito sexual de una persona porque no encaja en los gustos propios es de ser muy ingenuo o de ser muy gilipollas.
Frecuentemente esto último asociado al famoso "sé borde si quieres ligar", tan difundido.
En fin, que estoy totalmente de acuerdo en que lo que no puede ser es que la opinión de alguien así nos afecte.
Un saludo desde la esquina.
GRRRRÑNAAYYY!
Publicar un comentario