Pues sí, eso fue lo que, más o menos, tuve el martes.
Quedé con Nando en Porto porque tenía que ir a hacerme la tarjeta de la Fnac, tarjeta que al final no me dejaron hacerme por no tener la tarjeta portuguesa de contribuyente, tarjeta que pedí hace 6 meses y medio y que aún no me han mandado. En fin, que estuvimos por ahí paseando, viendo CD's y cosas que nos gustaría comprar y no podemos, charlando, riendo, muy divertido todo...
Llegamos a Gaia a tiempo para el café de antes de trabajar (él), y mientras estábamos en la puerta se acercó uno de estos muchachos que va por la vida vendiendo rosas que no huelen a nada, y cogió el muy bicho y me compró una. Qué vergüenza, por el amor de Dos...Todo el mundo haciendo comentarios y yo más roja que el abrigo rojo tan bonito que llevaba y que me compré hace un par de semanas.
Después, al Guincho, él a trabajar y yo a saludar a Leandro y a casa, o eso pensaba, pero no, esa noche estaban los dos la mar de graciosos y acabé bebiéndome unas cervezas con ellos, contando chistes y riendo mucho. Después Leandro decidió irse, volvimos a quedarnos solos, y otra vez modo tierno ON...
Sin embargo, cuando iba camino de casa, pensaba en que, a pesar de todo, no me convence. Quiero decir, me gusta mucho y cuando tiene días buenos es estupendo, pero cuando no, me dan ganas de darle un par de "galletas" (se dice así también en portugués, jeje) para obligarlo a reaccionar.
En fin, que así, a lo tonto a lo tonto, va ya para dos meses o así...Quién me lo iba a decir a mí aquella calurosa noche de verano en la que llegamos al Guincho por primera vez y vi a ese DJ de laaaaarga melena y comenté en voz alta sobre las incrédulas carcajadas de los demás: "él aún no lo sabe, pero va a caer..."
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