Hace tiempo que vivimos en una sociedad de comida, emociones y actividades rápidas; lo queremos todo, y tiene que ser ya. Poco a poco se van perdiendo ciertas (buenas) costumbres, como las sobremesas, los cafés de dos horas o lo que más me preocupa actualmente: el sexo.
Cada vez son más las parejas (establecidas o esporádicas) que se pasan a la religión del polvo, o sea, la del desahogo rápido, pero, ¿qué pasa con el sexo? Creo que nos estamos olvidando de lo que realmente eso representa, y la verdad, es una pena. Tal vez sea sólo mi experiencia y la de las personas con las que he hablado de esto, pero, ¿cuándo fue la última vez que dedicasteis más de una hora en practicar sexo (en toda su expresión) con alguien? Y con ello no me refiero a un polvo de llegar, calentar, meter, sacar y acabar. ¿Qué fue de las tardes perdidas en una cama? ¿Qué fue de los juegos antes y durante el sexo? ¿Qué pasó con aquello de crear ambientes propicios, de los tiempos que precedían a la primera caricia, del disfrutar del cuerpo de la otra persona sin enfocarse en un punto concreto? ¿Estamos tan ocupados que ya no tenemos tiempo para eso? ¿Se nos ha olvidado cómo se hace? A mí creo que sí.
¿Cuántos de vosotros habéis dicho que no porque al día siguiente teníais que madrugar? Y ojo, que lo entiendo. Simplemente pienso que igual que sacamos tiempo para trabajar, descansar, comprar, hacer deporte, salir, etc., deberíamos poder hacerlo también para el sexo.
Llamadme ilusa, pero no cambiaría las tardes de velas y cama que he pasado por toda las juergas del mundo, y estoy dispuesta a aplicarme e intentar recuperarlas; eso sí, tal vez debería ir pensando en buscarme una pareja sexual relativamente estable para ello, porque si ya es difícil encontrar tiempo para un sexo de calidad, mucho peor si no tienes pareja estable.
Pero ese es otro tema para otra ocasión...
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