lunes, 2 de abril de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

Recuerdos bulleros

Hace unos meses, Morti, un colega de Bullas (el pueblo murciano de mi padre al que voy de vacaciones desde que el mundo es mundo) creó un blog "remember" sobre la peña del pueblo, los grupos de música que había (y sigue habiendo) y sus andanzas personales por el mundo. Yo lo sigo con cariño porque, aunque la mayoría no lo sepa, allí viví algunas de las épocas más doradas de mi juventud y conocí a gente que si bien ya apenas trato en su momento fueron bastante importantes para mí.

Recuerdo sobre todo los veranos que todavía eran veranos, cuando no había asignaturas para septiembre ni estancias en el extranjero. Bullas es un pequeño pueblo del interior rodeado de campo, monte y un río, donde todo el mundo tiene una casita en el campo que de vez en cuando se invadía para montar fiestas, barbacoas, cuervas o lo que se terciara.

Siempre he pensado que mi papel en sus vidas no fue demasiado importante, porque al fin y al cabo solo era la amiga granaína de Elena que de vez en cuando aparecía por allí, pero con los años muchos de ellos me han sorprendido con revelaciones, regalitos y demás cosas que no esperaba recibir. Supongo que no pasé tan desapercibida como creía. Elena siempre ha sido una niña completamente independiente de grupos y demás; dependiendo del momento en que fuese sabía que la gente con quienes iba a juntarme habría cambiado mucho desde la última vez, pero gracias a eso también conocí a muchas más personas de las que habría podido conocer de tener un grupo fijo. Gracias a eso viví veranos en locales de ensayo con muchos de los grupos del pueblo, otros en que apenas salíamos del campo, otros en los que nos pasábamos el día tirados en los locales y antros más "jebis" del mundo y otros en los que bastaba con tener un parque o una calle donde tirarse. Me encantaba llegar en verano y que a la media hora Elena estuviera en la puerta de mi casa con su "chopper" dispuesta a llevarme a pasear por el pueblo. Cómo adoraba esos momentos... Y por supuesto, como buen lugar de vacaciones no podían faltar los enchochamientos, rolletes y demás. De hecho, mi primer beso se lo debo a uno de ellos.

Hoy por hoy la vida ha cambiado bastante. Muchos (muchos, muchos) de ellos son ya padres, madres, maridos y mujeres con responsabilidades muy distintas a las que teníamos entonces. Además, al no vivir allí y pasar cada vez menos tiempo en el pueblo apenas sé nada de sus vidas ni ellos de la mía, por lo que es difícil dar con el momento o la conversación adecuados. Cuando los veo, en mi cabeza siguen siendo los mismos niños y niñas que eran en aquellos veranos; no los he visto crecer, estudiar ni trabajar (al menos a casi ninguno), así que para mí están como estancados en la memoria. Supongo que para ellos verme a mí será algo parecido.

Sin embargo, sí sé que algunas de estas personas me recuerdan con cariño y de vez en cuando se ponen en contacto conmigo para ver por dónde ando y cómo me trata la vida. Por circunstancias no podemos vernos ni hablar tanto como nos gustaría, pero a mí me basta con saber que aquella tímida niña de Granada que nunca se drogaba ni llegaba tarde a casa tiene un lugar especial en sus recuerdos y sus corazones.

Les deseo toda la suerte y felicidad del mundo y espero que Morti siga adelante con ese blog que tantos y tan buenos recuerdos me trae.