viernes, 20 de octubre de 2017

Truth lies in the eye of the beholder (1)

No sé cómo empezar este post, he perdido el músculo bloguero y me cuesta muchísimo organizar mis ideas, encontrar las que quiero destacar y conseguir que lo hagan. Pero bueno, quién dijo miedo.

Me saltaré la parte de "oh, más de dos años sin escribir, qué habrá sido de mi vida, debería hacer un resumen", bla, bla, bla, porque quienes me conocéis, lo sabéis, y quienes no, pues os da igual. Y bien que hacéis. Al grano.

Feminismo.

"Ohhh, lo que ha dicho, otra más, qué pesadilla".

Pues sí. Para mí, desde luego.

Hoy ha salido el tema de Harvey Weinstein en una conversación vía Guasap con mis amigos (defino: con los Hungaricos, los de casi toda la vida). Si no sabéis quién es, haced una pausa y buscadlo en Google. ¿Ya? Seguimos. Pues comentábamos lo de que sigan saliendo noticias al respecto, que si unos lo defienden, que si otros hacen control de daños y se retractan de haberlo defendido, etc. Y de ahí hemos llegado a que, en realidad, el asunto está siendo tan comentado y teniendo tanta publicidad porque se trata de Hollywood y de gente muy famosa, pero que eso mismo que están denunciado estos días actrices como Angelina Jolie o Rose McGowan pasa todos los días y a todos los niveles. Y con "eso" me refiero a acoso, agresiones sexuales, violaciones y demás palabras bonitas. Así que, llegados a este punto, y para ilustrarlo, he contado (otra vez, aunque nadie parecía recordarlo) mi experiencia de au-pair.

Para los que no lo sepáis, a los 20 o 21 me fui un año a un pueblecito "bien" cerca de Hamburgo a cuidar a tres criaturas y a aprender alemán, porque llevaba un par de años en la carrera de Traducción y mi nivel era bastante de mierda. En la casa, además de estas pequeñas bestias, vivían sus padres, que tenían montada una inmobiliaria de casas chachis en los barrios pijos de Hamburgo para gente con bastante dinero. Como ellos no tenían tiempo para cuidar a sus hijos (él estaba muy ocupado "inmobiliando" y ella viviendo a dieta para recuperarse de los 3 embarazos), cada año contrataban a una au-pair nueva que se hiciera cargo de los niños, la casa, la limpieza y la plancha (las tres últimas cosas las descubrí estando ya allí). La mayor de las criaturas tenía unos 7 u 8 años cuando llegué, así que echad cuentas de las jovencitas que habían pasado por allí ya. Por resumir: el señor padre, un alemán cincuentón bastante repulsivo, se pasó gran parte del tiempo metiéndome mano (me tocaba el culo al subir la escalera, me rozaba las tetas "sin querer" y una vez me metió gominolas por el escote porque "qué divertido"), haciéndome proposiciones ("porque muchos de mis amigos a veces tienen relaciones con sus au-pairs, se enamoran, se acaban casando y ellas se pueden quedar en Alemania, guiño, guiño") y, una vez, incluso me llegó a enseñar el rabo (mientras yo limpiaba el baño de los niños, él salió del dormitorio recién duchado con una toalla a la cintura, se la abrió y dijo algo que supongo sería el equivalente al actual "¡trooooompaaaa!". Sí, era muy maduro).

Bueno, pues esto es lo que he contado en el grupo (en 4 líneas) y la conversación ha vuelto a los famosos. Unos minutos después, uno de mis amigos (con formación sociológica) me ha preguntado: "Oye, ¿denunciaste a ese tipo?", y mi primera reacción ha sido echarme a reír y poner los ojos en blanco porque, sinceramente, no podía creerme que me lo estuviera preguntando en serio. Como ha insistido, le he dado 8 razones por las que ni siquiera se me pasó por la cabeza denunciar eso:
1) Eres extranjera.
2) Tienes 20 años (es decir, no tienes ni puta idea de la vida).
3) No dominas el idioma.
4) No quieres volver a tu casa bajo casi ningún concepto (porque lo que espera es fallar, fallar y fallar).
5) Una parte de ti se siente culpable y cree que lo sucedido es un poco culpa tuya, ya sea por tener dos tetas como dos carretas o por haberlo alentado de alguna extraña forma que no logras desentrañar.
6) La esposa del señor alemán se figura lo que pasa porque ni es tonta, ni sería la primera vez, pero en lugar de pararle los pies a su marido o tener un poquito de corazón, la toma contigo y todo son malos modos, malas caras y malo de todo.
7) No tienes apoyo de nadie (o, al menos, es lo que sientes).
8) Tampoco te ha violado a punta de navaja, así que puedes vivir con ello.

Y a esas 8 añado una novena: no tienes pruebas, testigos ni nada que se le parezca.

Así que, hablando de esto, mi amigo me ha insistido en que debería denunciarlo ahora, que aunque no fuera a tener ninguna repercusión legal, podría hacer que otra chica fuera escuchada, que dos denuncias de acoso no son ninguna tontería, que si no se actúa porque no sirve de nada nunca se hará nada, que no es asunto suyo, pero que cree que es un acto responsable y feminista denunciar a alguien que hizo eso aunque sea 15 años después y que, de hecho, le resultaría una manera de sentir que (él) hace algo por acabar con la ley del miedo para las mujeres. Y después de un comentario mío diciendo que, en mi opinión, se consigue mucho más contando estas cosas y creando un ambiente más feminista en el que, cuando la próxima chica a la que violen dentro de 7 minutos vaya a denunciarlo, si lo hace, la tomen en serio, mi amigo ha cerrado la conversación diciendo que (las dos visiones) no son en absoluto incompatibles, pero que no va a hablar más del tema y que solo quería animarme a hacerlo (denunciar).

Bien, hasta aquí la historia. Os dejo unos minutos para que penséis en lo que habéis leído. De hecho, os voy a dejar más tiempo, unas horas o unos días, a ver si sois capaces de encontrar el motivo de mi decepción e incredulidad. Mientras tanto, voy redactando la segunda parte y la completaré (o no) con las cosas que comentéis.

Pues no ha sido tan difícil volver a escribir, ¿no? Quién sabe, igual hasta recupero el gusanillo. :)