miércoles, 13 de agosto de 2014

Aura limpia, aura feliz

Este año, para celebrar mi cumpleaños, decidí seguir la «tradición» que empecé el año pasado de irme a pasar el día a la playa, solo que esta vez en vez de uno fueron 3 y en vez de a Salobreña me fui al Barronal, una fantástica playa nudista de Almería. El caso es que allí conocí a un señor naturista que, si bien estaba un poco zumbado, se le veía bastante feliz. Este señor me contaba que llevaba años viniendo a esa playa porque era un rincón muy especial del mundo, de esos que te recargan las pilas, te quitan todo lo malo y te llenan de energía de positiva. Bueno, esto es con mis palabras, que con las suyas más bien «te limpia el aura y te la deja llena de colores brillantes y bonitos». Me contaba que lo había comprobado porque todos los años, antes de venir y al volver a casa se hacía una foto de su aura y la diferencia era pasmosa. En fin.

El caso es que, aura o no aura, los días que pasé allí sola conmigo misma me sirvieron para reflexionar mucho sobre todo y, sin apenas darme cuenta, me he liberado de un montón de lastre que llevaba por ahí enganchado. Todo esto se está reflejando muy poquito a poco en un montón de cosas nuevas que agosto me está regalando: nuevas actividades e inquietudes, conciertos, paseos, amigos «coloridos» con los que retomas cierto contacto, regalos estupendos (novelas gráficas, barras de labios, fotos, postales, frikadillas de Doctor Who o Star Trek...) y, sobre todo, gente nueva. Más concretamente, hombres nuevos salidos prácticamente de la nada que, de repente, te proponen actividades que te encantan o te acompañan a otras en las que coincidís por determinados intereses. Y lo mejor de estos es que, si bien es cierto que alguno que otro me hace su «tilín», eso no es lo importante. No me malinterpretéis, a todos nos gusta un rollete o un «lo que surja», pero ¿y qué más da que no pase? Lo único que quiero ahora son cambios, movimiento, alegría y nuevas experiencias. Necesito romper el círculo de la rutina de #pueblitobueno y encontrar cosas que me inspiren y me ayuden a encontrar mi sitio aquí. Y oye, si por el camino aparece algún voluntario con ganas de complicarme un poco la vida, que me acompañe un finde a limpiarnos el aura y, después, hablamos. O no. ;)

jueves, 7 de agosto de 2014

¿Amigo... o enemigo?


De repente, después de tantos años, aquello que yo pensaba que nunca dejaría de ser mi pilar especial, mi puerto seguro al que volver siempre, ha dejado de ser tan seguro y, lo que es peor, no sé si alguna vez lo ha sido. Este baluarte de seguridad emocional no es otro que Los Amigos, así, en cursiva y mayúscula; los amigos como ente único e indivisible, como grupo, como sentimiento. Y es que, después de ver ciertas cosas, no puedo evitar hacerme las preguntas del millón: ¿qué es realmente un amigo? ¿Cómo sabes que alguien lo es? ¿Qué lo distingue de un mero colega, conocido o acompañante? Porque, veréis, no creo que sea tan simple. ¿O sí?

Para mí, un amigo debería ser alguien que te conoce, y no me refiero a saber si te gusta más el azul o el verde, que también, sino que con mirarte a los ojos sabe cómo te sientes y por qué, alguien que no necesite que le digas qué te pasa porque ya lo sabe y, sobre todo, alguien que no te hace daño, no te cambia según cambie el viento, no ignora tus gritos de socorro ni, por ejemplo, pasa de felicitarte por tu cumpleaños. ¿Mi concepto de amistad es demasiado «corazones y unicornios»? Puede ser; al fin y al cabo me he criado con Friends y Sexo en Nueva York, como aquel que dice, pero no sé.

No se trata de hacer una criba ni nada por el estilo. Soy plenamente consciente de que tengo muchos y grandes amigos repartidos por todo el mundo y que puedo contar con ellos para muchas más cosas de las que creo, pero volver a tu puerto seguro y darte cuenta de se hunde es una sensación muy dura. Quedan escollos a los que agarrarse, claro, pero no puedo evitar preguntarme si realmente ese puerto ha estado realmente siempre ahí o si solo ha sido producto de mi imaginación o mi necesidad, y esa duda es la que me carcome. ¿Será cosa de la edad? ¿Será que con los años las definiciones cambian? ¿Lo que es un amigo a los 15 no es lo mismo que un amigo a los 40? ¿O será que quien ha cambiado soy yo?

El caso es que, de repente, en unos pocos meses, todo mi mundo se tambalea y no sé si dejarlo caer del todo y construirme uno nuevo o intentar rescatarlo, a un alto precio emocional y sin garantías. Aunque claro, ¿qué las ofrece?


martes, 5 de agosto de 2014

Karma eres y en karma te convertirás

Últimamente tengo la sensación de ser poco más o menos que una zorra desalmada. Bueno, igual no tanto, pero un poco sí, y es que, aunque a veces me quejo de la poca suerte que tengo en los temas del corazón (negaré haber dicho esto), la verdad es que parece que yo tampoco reparto mucha. En lo que va de año (y me temo que aún no se ha acabado) creo que he hecho daño a algunas personas a las que quiero muchísimo, pero por desgracia, no de la misma forma que ellas a mí. No me refiero a hacer daño a mala sangre, que creo (y corregidme si me equivoco) que no es mi estilo, pero cuando no puedes corresponder a alguien de la forma en que espera, ¿qué vas a hacer si no? Y esto lo sé porque normalmente soy yo la que está al otro lado, escuchando el «solo como amigos». ¿Os imagináis poder escoger de quién te enamoras? Sería todo tan sencillo, equilibrado e indoloro... No me malinterpretéis, soy una optimista incurable porque hace muchos años que escogí ese camino como método de supervivencia; solo digo que, a veces, me gustaría que las cosas fueran más fáciles. Ojalá pudiera hacer algo para ahorrar algunos malos tragos, pero supongo que ahí reside el espíritu del karma, ¿no? Recibes lo que das, das lo que recibes... Aunque qué fue antes, ¿el huevo o la gallina?

Y poco más.