jueves, 22 de mayo de 2014

Ains

Los que me seguís en Twitter o tenéis la dudosa suerte de tenerme como contacto en Facebook sabéis que una de mis palabras preferidas para expresar mi estado de ánimo es «Ains».

Hoy es un día muy «ains». Un amigo me ha preguntado que cuál es el problema y le he contestado que pienso demasiado. ¿Nunca habéis tenido esa sensación? Porque a mí me pasa constantemente y, además, me cansa mucho. ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de cosas en las que hay que pensar todos y cada uno de los días que vivimos?

En el escaso medio minuto que he tardado en responderle se me han venido a la cabeza tantas de las cosas que llevo todo el día pensando en segundo plano que el verlas escritas me ha agobiado: que si los amigos (volver a un sitio nunca es fácil, siempre hay cosas que pulir y rutinas que recuperar, noticias que cambian sus vidas y, de paso, las tuyas, amistades que definir, relaciones que mejorar, otras que enterrar...), salud (que si me ha salido esto, que si debería mirarme lo otro, que si tengo que encontrar un deporte que me guste, que si hace años que no voy al ginecólogo, que si debería mirarme la piel), dinero (notengonotengonotengo y además nunca tendré el que necesito para vivir como me gustaría, viajando de aquí para allá sin pensar en si llego o no a final de mes), amor (por qué tengo que ir siempre a por lo más difícil, por qué no hago como la gente común, pongo los pies en el suelo y acepto a las personas tan maravillosas que quieren estar conmigo, por qué sigo buscando esa magia que nunca llega, que si lo hace, no dura y que, cuando acaba, te hunde en la mayor de las miserias, por qué no soy capaz de cerrar este cuento de nunca acabar, por qué siempre acabo cayendo en esta historia que no tiene ningún buen final para mí), el sexo (sin comentarios, porque para qué), el trabajo (¿me estabilizaré alguna vez? ¿Esto va a ser así siempre? ¿Cómo lo hace la gente para pagar una hipoteca si yo no puedo pagar ni un alquiler de menos de 300 €? ¿Debería cambiar de oficio aunque sea esto lo que me gusta?), la familia (por qué tengo siempre esta incómoda sensación de estar molestando, de que nunca me querrán como yo necesito, por qué la única persona que intenta darme eso es precisamente la única que no quiero que lo haga), los clientes (por qué serán algunos tan hijosdeputa, por qué le cuesta tanto a la gente hacer bien su trabajo), la política (¿seguro que debo votar a estos? ¿Y si me equivoco? ¿Se volverán como el resto si alguna vez llegan al poder? ¿Habrá un partido «mejor» al que votar? ¿Por qué no soy capaz de retener la información que leo en los programas o la prensa? ¿Por qué ya no hay políticos honrados? ¿Es porque, simplemente, no queda gente honrada? ¿Por qué nos tratan así?), o mi forma de actuar con unos y con otros (¿quién soy yo realmente? ¿Por qué actúo de formas tan distintas según con quién esté? ¿Soy la suma de todas esas caras?). Podría estar escribiendo hasta mañana.

Y estas son algunas de las cosas que encierra solo la «a» de mis «Ains». Algunas veces son más concretos, claro que sí, pero por ahí suelen ir los tiros. Y pasarte el día dándole vueltas a todo hace que, cuando intento hablar de un tema, no pueda terminar las frases y me quede callada como una pánfila; no porque no tenga nada que decir (con lo que me gusta hablar), sino porque son tantas las cosas, opciones e ideas que debo tener en cuenta para expresar una opinión que me supera la avalancha de pensamientos y opto por callarme. Y lo peor (porque aún puede ser peor) es que esto es solo la punta del alfiler.

¿Debería buscarme un terapeuta? ¿La Seguridad Social te cubre las enfermedades existenciales?

miércoles, 21 de mayo de 2014

Ya lo decía Platero



¿Sabéis cuando el simple roce del menor vello del cuerpo de una persona te hace olvidar meses de terapia? Seguro que sí, aunque no es de eso de lo que quería hablar. En realidad no quería hablar de nada, solo pensar en voz alta y ya está todo dicho.

Por cierto, creo que soy un imán del mal tiempo. Llegué a Grecia y, a los días, empezaron la lluvia y el frío que duraron todo el tiempo que estuve allí, con algún día bueno aislado. Llegué a Berlín y lo mismo, los primeros días muy bien y después otra vez lluvia y días grises hasta que me fui, y ahora que estoy de nuevo en Granada, más de lo mismo: llego y todo es perfecto: pleno verano, sandalias, terrazas, sol, etc. Cuatro o cinco días después vuelven el frío, la lluvia y el viento. What's wrong with me? Seguro que cuando me vaya un par de semanas a Portugal me pasará lo mismo. Al menos ya sé qué echar en la maleta...

Y nada, que la vida sigue igual. Solo cambian el idioma en que voy a al súper y el desgaste emocional que yo misma me genero. Bueno, y que aquí hago más cosas "a diario": un día vas al cine, otro a tomarte unas cervezas, otro a dar un paseo por el campito, otro a una conferencia, otro te quedas currando, otro te vas de excursión con cualquier amigo a cualquier sitio... La verdad es que, en ese aspecto, la vida aquí es más fácil, más plena. En ese aspecto.


miércoles, 7 de mayo de 2014

El turquito de los Snickers

Cuando llegué al piso de mi hermana, lo primero de lo que me advirtieron fue de que intentara no hacer mucho ruido en el suelo porque el vecino de abajo, un señor turquito raro que vive con su señora turquita que jamás sale de casa, solía subir a quejarse en cuanto alguien pisaba una tabla del suelo con más fuerza de la cuenta. Me contaron un par de anécdotas, flipé un poco y decidí que el señor turquito era francamente raro y un poco malvado.

Una de las primeras cosas que me llamó la atención de este señor es que su señora siempre dejaba los zapatos fuera de casa. Digo su señora porque los zapatos eran diminutos, dignos del pie de Cenicienta, hasta que un día se lo comenté a mi hermana y, después de reírse un rato, me dijo que el de los pies enanos era él. Unos días después me lo encontré por la escalera y, efectivamente, los llevaba puestos.

El caso es que, de repente, empecé a encontrármelo casi cada vez que salía o entraba del edificio, y mira que yo no soy muy de salir. Finalmente, ayer me lo encontré como unas tres veces, la última de ellas cuando ambos volvíamos a casa cansados y hastiados de la vida. Le abrí la puerta muy amablemente y le dejé pasar primero, que como además está medio cojo le cuesta un poco andar. Comenzamos a subir las escaleras y, al llegar a un rellano, de repente se para en mitad, mete la mano en una bolsa, saca un Snicker y me lo da mientras me sonríe y me dice en alemán: "que tengas una buena noche". A mí la tontería me hizo mucha ilusión porque todos los que habéis vivido en Alemania sabéis lo difícil que es crear el más mínimo lazo con un vecino, pero mira, ahí estaba, el señor turco malvado de los pies enanos regalándome una chocolatina por saludarlo con una sonrisa siempre que lo veo y por haberle abierto la puerta.

Cuando llegué a mi piso y lo conté, fliparon: que si el turco me quiere dar trastrás, que si es por las curvas, que si no sé qué... Sea por lo que sea, yo me voy un poco más contenta pensando que aún hay esperanza para la humanidad y que, a veces, una sonrisa te abre las puertas más inesperadas.

martes, 6 de mayo de 2014

Actualización: Berlín 2014

Estoy en Berlín desde hace dos meses, concretamente, en casa de mi hermana. Es curioso, sobre todo porque vive en el mismo barrio en el que vivía yo antes y a escasos diez minutos de mi antigua casa, que fue la primera en la que ella vivió cuando llegó a Alemania. En fin, cosas de la vida.

Pero como no podía ser menos, la semana que viene cambio de nuevo de residencia y me vuelvo a España, más que por placer, por obligación, que el vil metal manda y toca replegarse hasta que pase el chaparrón económico. Por cierto, que hoy he escuchado en las noticias algo de que quieren empezar a cobrar por la realización de transferencias internacionales y mire usted, para una única ventaja que tenía como autónoma, hasta eso me van a quitar. En fin, que me caliento.

En estos dos meses no es que haya pasado mucho, la verdad. He conseguido coger distancia emocional de algunas personas, aunque sé que todos mis esfuerzos se esfumarán en el minuto en que tenga que volver a enfrentarme a algunas situaciones, pero bueno. Quizá esta vez sea la definitiva y no sienta la imperiosa necesidad de salir huyendo de todo y de todos en menos de 12 meses. Quizá esta vez aguante 13. Quizá, incluso, hasta 14.

¿Planes? Pues poca cosa. Básicamente, ahorrar para las tres bodas que se presentan este año, dos de las cuales son esperadísimas y mucho más que deseadas. La tercera creo que puede ser muy agradable, aunque aún no he confirmado mi presencia, que dependerá un poco del bolsillo. Fuera de eso, poca cosa. Espero poder escapadas de fin de semana aquí y allá (Madrid, Cádiz y Sevilla son mi prioridad), buscarme algún círculo nuevo de acción por Granada del tipo que sea y no sé, intentar meter algún cambio positivo en mi vida. Ya veremos en qué queda todo eso.

De conclusiones sobre estos meses aún es pronto para hablar, y cuando sea el momento probablemente me habré olvidado de las que quería analizar, así que qué importa. Preguntadme mejor cuando me veáis con una cerveza en la mano.

Ale, a otra cosa.