Los que me seguís en Twitter o tenéis la dudosa suerte de tenerme como contacto en Facebook sabéis que una de mis palabras preferidas para expresar mi estado de ánimo es «Ains».
Hoy es un día muy «ains». Un amigo me ha preguntado que cuál es el problema y le he contestado que pienso demasiado. ¿Nunca habéis tenido esa sensación? Porque a mí me pasa constantemente y, además, me cansa mucho. ¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de cosas en las que hay que pensar todos y cada uno de los días que vivimos?
En el escaso medio minuto que he tardado en responderle se me han venido a la cabeza tantas de las cosas que llevo todo el día pensando en segundo plano que el verlas escritas me ha agobiado: que si los amigos (volver a un sitio nunca es fácil, siempre hay cosas que pulir y rutinas que recuperar, noticias que cambian sus vidas y, de paso, las tuyas, amistades que definir, relaciones que mejorar, otras que enterrar...), salud (que si me ha salido esto, que si debería mirarme lo otro, que si tengo que encontrar un deporte que me guste, que si hace años que no voy al ginecólogo, que si debería mirarme la piel), dinero (notengonotengonotengo y además nunca tendré el que necesito para vivir como me gustaría, viajando de aquí para allá sin pensar en si llego o no a final de mes), amor (por qué tengo que ir siempre a por lo más difícil, por qué no hago como la gente común, pongo los pies en el suelo y acepto a las personas tan maravillosas que quieren estar conmigo, por qué sigo buscando esa magia que nunca llega, que si lo hace, no dura y que, cuando acaba, te hunde en la mayor de las miserias, por qué no soy capaz de cerrar este cuento de nunca acabar, por qué siempre acabo cayendo en esta historia que no tiene ningún buen final para mí), el sexo (sin comentarios, porque para qué), el trabajo (¿me estabilizaré alguna vez? ¿Esto va a ser así siempre? ¿Cómo lo hace la gente para pagar una hipoteca si yo no puedo pagar ni un alquiler de menos de 300 €? ¿Debería cambiar de oficio aunque sea esto lo que me gusta?), la familia (por qué tengo siempre esta incómoda sensación de estar molestando, de que nunca me querrán como yo necesito, por qué la única persona que intenta darme eso es precisamente la única que no quiero que lo haga), los clientes (por qué serán algunos tan hijosdeputa, por qué le cuesta tanto a la gente hacer bien su trabajo), la política (¿seguro que debo votar a estos? ¿Y si me equivoco? ¿Se volverán como el resto si alguna vez llegan al poder? ¿Habrá un partido «mejor» al que votar? ¿Por qué no soy capaz de retener la información que leo en los programas o la prensa? ¿Por qué ya no hay políticos honrados? ¿Es porque, simplemente, no queda gente honrada? ¿Por qué nos tratan así?), o mi forma de actuar con unos y con otros (¿quién soy yo realmente? ¿Por qué actúo de formas tan distintas según con quién esté? ¿Soy la suma de todas esas caras?). Podría estar escribiendo hasta mañana.
Y estas son algunas de las cosas que encierra solo la «a» de mis «Ains». Algunas veces son más concretos, claro que sí, pero por ahí suelen ir los tiros. Y pasarte el día dándole vueltas a todo hace que, cuando intento hablar de un tema, no pueda terminar las frases y me quede callada como una pánfila; no porque no tenga nada que decir (con lo que me gusta hablar), sino porque son tantas las cosas, opciones e ideas que debo tener en cuenta para expresar una opinión que me supera la avalancha de pensamientos y opto por callarme. Y lo peor (porque aún puede ser peor) es que esto es solo la punta del alfiler.
¿Debería buscarme un terapeuta? ¿La Seguridad Social te cubre las enfermedades existenciales?
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