Cuando llegué al piso de mi hermana, lo primero de lo que me advirtieron fue de que intentara no hacer mucho ruido en el suelo porque el vecino de abajo, un señor turquito raro que vive con su señora turquita que jamás sale de casa, solía subir a quejarse en cuanto alguien pisaba una tabla del suelo con más fuerza de la cuenta. Me contaron un par de anécdotas, flipé un poco y decidí que el señor turquito era francamente raro y un poco malvado.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención de este señor es que su señora siempre dejaba los zapatos fuera de casa. Digo su señora porque los zapatos eran diminutos, dignos del pie de Cenicienta, hasta que un día se lo comenté a mi hermana y, después de reírse un rato, me dijo que el de los pies enanos era él. Unos días después me lo encontré por la escalera y, efectivamente, los llevaba puestos.
El caso es que, de repente, empecé a encontrármelo casi cada vez que salía o entraba del edificio, y mira que yo no soy muy de salir. Finalmente, ayer me lo encontré como unas tres veces, la última de ellas cuando ambos volvíamos a casa cansados y hastiados de la vida. Le abrí la puerta muy amablemente y le dejé pasar primero, que como además está medio cojo le cuesta un poco andar. Comenzamos a subir las escaleras y, al llegar a un rellano, de repente se para en mitad, mete la mano en una bolsa, saca un Snicker y me lo da mientras me sonríe y me dice en alemán: "que tengas una buena noche". A mí la tontería me hizo mucha ilusión porque todos los que habéis vivido en Alemania sabéis lo difícil que es crear el más mínimo lazo con un vecino, pero mira, ahí estaba, el señor turco malvado de los pies enanos regalándome una chocolatina por saludarlo con una sonrisa siempre que lo veo y por haberle abierto la puerta.
Cuando llegué a mi piso y lo conté, fliparon: que si el turco me quiere dar trastrás, que si es por las curvas, que si no sé qué... Sea por lo que sea, yo me voy un poco más contenta pensando que aún hay esperanza para la humanidad y que, a veces, una sonrisa te abre las puertas más inesperadas.
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