jueves, 7 de agosto de 2014

¿Amigo... o enemigo?


De repente, después de tantos años, aquello que yo pensaba que nunca dejaría de ser mi pilar especial, mi puerto seguro al que volver siempre, ha dejado de ser tan seguro y, lo que es peor, no sé si alguna vez lo ha sido. Este baluarte de seguridad emocional no es otro que Los Amigos, así, en cursiva y mayúscula; los amigos como ente único e indivisible, como grupo, como sentimiento. Y es que, después de ver ciertas cosas, no puedo evitar hacerme las preguntas del millón: ¿qué es realmente un amigo? ¿Cómo sabes que alguien lo es? ¿Qué lo distingue de un mero colega, conocido o acompañante? Porque, veréis, no creo que sea tan simple. ¿O sí?

Para mí, un amigo debería ser alguien que te conoce, y no me refiero a saber si te gusta más el azul o el verde, que también, sino que con mirarte a los ojos sabe cómo te sientes y por qué, alguien que no necesite que le digas qué te pasa porque ya lo sabe y, sobre todo, alguien que no te hace daño, no te cambia según cambie el viento, no ignora tus gritos de socorro ni, por ejemplo, pasa de felicitarte por tu cumpleaños. ¿Mi concepto de amistad es demasiado «corazones y unicornios»? Puede ser; al fin y al cabo me he criado con Friends y Sexo en Nueva York, como aquel que dice, pero no sé.

No se trata de hacer una criba ni nada por el estilo. Soy plenamente consciente de que tengo muchos y grandes amigos repartidos por todo el mundo y que puedo contar con ellos para muchas más cosas de las que creo, pero volver a tu puerto seguro y darte cuenta de se hunde es una sensación muy dura. Quedan escollos a los que agarrarse, claro, pero no puedo evitar preguntarme si realmente ese puerto ha estado realmente siempre ahí o si solo ha sido producto de mi imaginación o mi necesidad, y esa duda es la que me carcome. ¿Será cosa de la edad? ¿Será que con los años las definiciones cambian? ¿Lo que es un amigo a los 15 no es lo mismo que un amigo a los 40? ¿O será que quien ha cambiado soy yo?

El caso es que, de repente, en unos pocos meses, todo mi mundo se tambalea y no sé si dejarlo caer del todo y construirme uno nuevo o intentar rescatarlo, a un alto precio emocional y sin garantías. Aunque claro, ¿qué las ofrece?


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