Yo había venido aquí a escribir y desahogarme un rato, pero al hacerlo, he visto que tenía un post guardado en borradores (concretamente, el que acabo de publicar antes de este) y he terminado por publicarlo. Total, solo llevaba tres años esperando para salir a la luz. :D
Nada, que ya volveré otro día a hablar de mis cosas.
Por cierto, estamos en el segundo mes de cuarentena, ¡yuju! Esto lo digo solo para que, cuando vuelva dentro de otros 3 años y relea lo último que publiqué, mire atrás con la perspectiva del tiempo y piense en todo lo que ha pasado desde entonces, que seguro que alguna cosa hay. Esperemos que sea buena.
miércoles, 29 de abril de 2020
Truth lies in the eye of the beholder (2)
Bueno, pues aquí estamos de nuevo, el post que todos esperabais (no).
¿Acabas de llegar? Ponte al día leyendo el post anterior aquí.
¿Qué es lo que me enfadó tanto aquel día? Varias cosas.
1) Primero, la falta de empatía casi absoluta. Nadie (nadie) escribió un "lo siento", "qué putada", "por qué no nos lo contaste" o similares. Nadie. Tan solo hubo una exclamación de "¡Cojones!", que me hizo reír por lo apropiado del órgano elegido. Pero no pasa nada, hace mucho tiempo de aquello y no necesito una palmadita en el hombro para seguir adelante. No fue más que otro de los muchos cabronazos que han pasado por mi vida. Next.
2) La solución era denunciar, porque seguro que te habrían hecho caso, pero como no lo hiciste, todavía lo puedes hacer ahora, 15 años después, que seguro que también.
3) Si no lo haces, si no vas y denuncias eso, no estás siendo feminista o, peor aún, estás siendo una mala feminista.
4) Y todo este diálogo y todo esto que te digo que deberías haber hecho y que no hiciste y que deberías hacer ahora ha tenido como objetivo que él pueda sentir que hace algo por las mujeres. Porque de eso se trata siempre, ¿no? De que vosotros os sintáis bien, que penséis que no estáis haciendo nada malo, sino todo lo contrario: solo queréis ayudar y, si no aceptamos vuestros consejos y ayuda, las malas feministas somos nosotras.
5) Finalmente, la conversación se acaba porque la cierro yo. Yo soy el que no quiere hablar más del tema, y si ignoras mis comentarios, de nuevo la mala feminista eres tú.
Por supuesto, todo esto es, en parte, subjetivo. Además, asumo mi parte de culpa porque, en vez de venir aquí a quejarme, debería haber insistido y haber dicho todo esto en su lugar y su momento. Supongo que en el fondo soy una cobarde, por no denunciar antes, no hacerlo ahora y no querer "molestar con mis cosas del feminismo". Y estoy aburrida, aburrida de revivir las mismas situaciones y experiencias, encontrarme con los mismos argumentos y tener que explicar por qué todo es terriblemente machista, para que me respondan con un "yo no soy machista, tú eres una exagerada y ves machismos en todos sitios". Y harta, muy harta, de tener que defenderme constantemente, de ser siempre la que se equivoca, de no tener razón, de ser una exagerada, de verme obligada a retorcer la retórica y navegar en el océano de la exactitud y propiedad lingüística porque ay de ti, si hieres los sentimientos de alguien (un hombre). Y todo esto no es solo por esa conversación. Es por todas las que, semana tras semana, tengo que mantener con padres, amigos, conocidos o desconocidos, en las que intento hacerles ver que, si a lo mejor se bajaran de sus pedestales morales y su "porfavorperocómovoyaseryomachistasiyocreomogollónenlaigualdad" se darían cuenta de que sí que lo son, y mucho, por el simple hecho de que siempre están anteponiendo sus opiniones a mis experiencias. Si no sabes lo que se siente, ¿cómo puedes siquiera plantearte el darme lecciones? Y no es que no se pueda hablar u opinar, ¡claro que se puede! Pero con un poquito de empatía, escuchando y tratando de ponerse de verdad en la piel de la otra persona. Solo un poco. Por una vez.
¿Acabas de llegar? Ponte al día leyendo el post anterior aquí.
¿Qué es lo que me enfadó tanto aquel día? Varias cosas.
1) Primero, la falta de empatía casi absoluta. Nadie (nadie) escribió un "lo siento", "qué putada", "por qué no nos lo contaste" o similares. Nadie. Tan solo hubo una exclamación de "¡Cojones!", que me hizo reír por lo apropiado del órgano elegido. Pero no pasa nada, hace mucho tiempo de aquello y no necesito una palmadita en el hombro para seguir adelante. No fue más que otro de los muchos cabronazos que han pasado por mi vida. Next.
2) La solución era denunciar, porque seguro que te habrían hecho caso, pero como no lo hiciste, todavía lo puedes hacer ahora, 15 años después, que seguro que también.
3) Si no lo haces, si no vas y denuncias eso, no estás siendo feminista o, peor aún, estás siendo una mala feminista.
4) Y todo este diálogo y todo esto que te digo que deberías haber hecho y que no hiciste y que deberías hacer ahora ha tenido como objetivo que él pueda sentir que hace algo por las mujeres. Porque de eso se trata siempre, ¿no? De que vosotros os sintáis bien, que penséis que no estáis haciendo nada malo, sino todo lo contrario: solo queréis ayudar y, si no aceptamos vuestros consejos y ayuda, las malas feministas somos nosotras.
5) Finalmente, la conversación se acaba porque la cierro yo. Yo soy el que no quiere hablar más del tema, y si ignoras mis comentarios, de nuevo la mala feminista eres tú.
Por supuesto, todo esto es, en parte, subjetivo. Además, asumo mi parte de culpa porque, en vez de venir aquí a quejarme, debería haber insistido y haber dicho todo esto en su lugar y su momento. Supongo que en el fondo soy una cobarde, por no denunciar antes, no hacerlo ahora y no querer "molestar con mis cosas del feminismo". Y estoy aburrida, aburrida de revivir las mismas situaciones y experiencias, encontrarme con los mismos argumentos y tener que explicar por qué todo es terriblemente machista, para que me respondan con un "yo no soy machista, tú eres una exagerada y ves machismos en todos sitios". Y harta, muy harta, de tener que defenderme constantemente, de ser siempre la que se equivoca, de no tener razón, de ser una exagerada, de verme obligada a retorcer la retórica y navegar en el océano de la exactitud y propiedad lingüística porque ay de ti, si hieres los sentimientos de alguien (un hombre). Y todo esto no es solo por esa conversación. Es por todas las que, semana tras semana, tengo que mantener con padres, amigos, conocidos o desconocidos, en las que intento hacerles ver que, si a lo mejor se bajaran de sus pedestales morales y su "porfavorperocómovoyaseryomachistasiyocreomogollónenlaigualdad" se darían cuenta de que sí que lo son, y mucho, por el simple hecho de que siempre están anteponiendo sus opiniones a mis experiencias. Si no sabes lo que se siente, ¿cómo puedes siquiera plantearte el darme lecciones? Y no es que no se pueda hablar u opinar, ¡claro que se puede! Pero con un poquito de empatía, escuchando y tratando de ponerse de verdad en la piel de la otra persona. Solo un poco. Por una vez.
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