Si vosotros también os habéis llevado una desagradable sorpresa con los cambios que ha hecho Google en las opciones de búsqueda (esas que antes aparecían a la izquierda, como los idiomas de las búsquedas), no os preocupéis: tengo la solución. Bueno, en realidad ha sido el gran @jordibal, que es un traductor tuitero como la copa de un pino y que no deja de resolverme dudas, problemas y demás inquietudes, el que me la ha dado.
Sin más dilación, aquí encontraréis el artículo donde se explica todo. Está en inglés, pero es muy sencillito. Si tenéis algún problema dejad un comentario y os lo explico. Ale, ¡a "googlear"!
lunes, 26 de noviembre de 2012
lunes, 5 de noviembre de 2012
El cabroncete que nos mantiene a salvo
He desarrollado lo que llamo "miedo a la entrada en blanco". Constantemente se me ocurren mil cosas que querría contar, pero llego aquí, abro la entrada y de repente no sé cómo empezar a decir nada, así que, después de muchas vueltas, la vuelvo a cerrar sin escribir nada.
Por otro lado, también tengo lo que llamo "miedo a que se haga realidad"; esto es, cuando no cuentas ni hablas de nada que temas (o desees) que pueda hacerse realidad. No tengo muy claro en qué momento empecé a hacer esto, pero sí que ya hace mucho que forma parte de mi día a día. Echo de menos los cafés de 4 horas con cualquier amigo en que nos contábamos hasta el detalle más nimio de nuestras vidas, desde la última bronca con nuestros padres hasta la sonrisa furtiva que Fulanito o Menganita nos echó hace un par de días y que es necesario estudiar y desgranar hasta dar con su significado oculto, porque siempre lo tenía.
Supongo que con el tiempo y la experiencia (obsérvese que no digo edad) nos volvemos más celosos de nuestras esperanzas y deseos, y van siendo tantos los varapalos en mayor o menor medida que cuando de repente algo nos ilusiona no queremos compartirlo con nadie por miedo a tener que dar explicaciones del tipo que sea en caso de que salga mal o, peor aún, que salga bien. Porque también eso da miedo.
Me encantaría poder decir que a partir de ahora voy a volver a escribir con frecuencia y que no voy a dejar que estos dos miedos me impidan compartir mis ilusiones, planes o temores, pero sé que no va a ser así. No obstante, y ya que habéis llegado hasta este punto de la entrada, os diré que algo de ilusión inesperada en forma de sonrisa sí que hay por ahí, aunque no quiero decirlo muy alto. Son tiempos difíciles y lo único que tenemos somos nosotros mismos, así que mejor cuidarnos solitos hasta que estemos seguros de que podemos (y queremos) dejarnos cuidar por otras personas. Al fin y al cabo, los miedos no son más que instinto de autoprotección y, para bien o para mal, este pequeño cabroncete es el que nos mantiene a salvo.
Por otro lado, también tengo lo que llamo "miedo a que se haga realidad"; esto es, cuando no cuentas ni hablas de nada que temas (o desees) que pueda hacerse realidad. No tengo muy claro en qué momento empecé a hacer esto, pero sí que ya hace mucho que forma parte de mi día a día. Echo de menos los cafés de 4 horas con cualquier amigo en que nos contábamos hasta el detalle más nimio de nuestras vidas, desde la última bronca con nuestros padres hasta la sonrisa furtiva que Fulanito o Menganita nos echó hace un par de días y que es necesario estudiar y desgranar hasta dar con su significado oculto, porque siempre lo tenía.
Supongo que con el tiempo y la experiencia (obsérvese que no digo edad) nos volvemos más celosos de nuestras esperanzas y deseos, y van siendo tantos los varapalos en mayor o menor medida que cuando de repente algo nos ilusiona no queremos compartirlo con nadie por miedo a tener que dar explicaciones del tipo que sea en caso de que salga mal o, peor aún, que salga bien. Porque también eso da miedo.
Me encantaría poder decir que a partir de ahora voy a volver a escribir con frecuencia y que no voy a dejar que estos dos miedos me impidan compartir mis ilusiones, planes o temores, pero sé que no va a ser así. No obstante, y ya que habéis llegado hasta este punto de la entrada, os diré que algo de ilusión inesperada en forma de sonrisa sí que hay por ahí, aunque no quiero decirlo muy alto. Son tiempos difíciles y lo único que tenemos somos nosotros mismos, así que mejor cuidarnos solitos hasta que estemos seguros de que podemos (y queremos) dejarnos cuidar por otras personas. Al fin y al cabo, los miedos no son más que instinto de autoprotección y, para bien o para mal, este pequeño cabroncete es el que nos mantiene a salvo.
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