He desarrollado lo que llamo "miedo a la entrada en blanco". Constantemente se me ocurren mil cosas que querría contar, pero llego aquí, abro la entrada y de repente no sé cómo empezar a decir nada, así que, después de muchas vueltas, la vuelvo a cerrar sin escribir nada.
Por otro lado, también tengo lo que llamo "miedo a que se haga realidad"; esto es, cuando no cuentas ni hablas de nada que temas (o desees) que pueda hacerse realidad. No tengo muy claro en qué momento empecé a hacer esto, pero sí que ya hace mucho que forma parte de mi día a día. Echo de menos los cafés de 4 horas con cualquier amigo en que nos contábamos hasta el detalle más nimio de nuestras vidas, desde la última bronca con nuestros padres hasta la sonrisa furtiva que Fulanito o Menganita nos echó hace un par de días y que es necesario estudiar y desgranar hasta dar con su significado oculto, porque siempre lo tenía.
Supongo que con el tiempo y la experiencia (obsérvese que no digo edad) nos volvemos más celosos de nuestras esperanzas y deseos, y van siendo tantos los varapalos en mayor o menor medida que cuando de repente algo nos ilusiona no queremos compartirlo con nadie por miedo a tener que dar explicaciones del tipo que sea en caso de que salga mal o, peor aún, que salga bien. Porque también eso da miedo.
Me encantaría poder decir que a partir de ahora voy a volver a escribir con frecuencia y que no voy a dejar que estos dos miedos me impidan compartir mis ilusiones, planes o temores, pero sé que no va a ser así. No obstante, y ya que habéis llegado hasta este punto de la entrada, os diré que algo de ilusión inesperada en forma de sonrisa sí que hay por ahí, aunque no quiero decirlo muy alto. Son tiempos difíciles y lo único que tenemos somos nosotros mismos, así que mejor cuidarnos solitos hasta que estemos seguros de que podemos (y queremos) dejarnos cuidar por otras personas. Al fin y al cabo, los miedos no son más que instinto de autoprotección y, para bien o para mal, este pequeño cabroncete es el que nos mantiene a salvo.
Mostrando entradas con la etiqueta edad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta edad. Mostrar todas las entradas
lunes, 5 de noviembre de 2012
jueves, 5 de agosto de 2010
El peso de la edad
Para los que no lo sepáis, hace una semana cumplí los 27. Qué edad tan bonita, blablabla, ya casi en los 30, blablabla. Que sí. Pues llevo una semana diciendo que si no me ha sentado muy bien, que si me siento mayor y que si voy a empezar a quitarme años, y todo el mundo se ríe y te dice "baaah, qué tonta, si estás muy bien". Bien, pues anoche me llevé el primer jarro de agua fría de mi vida con este tema.
Estábamos en nuestro bar de siempre, poniéndonos ciegos a base de alcohol para no perder la costumbre, cuando apareció un moreno lindísimo al que ya tenía fichado de antes. Nos pasamos la noche de miraditas, sonrisas y demás, en plan ligoteo sutil, hasta que una de las veces que fui al baño me lo encontré en la puerta. Me paró y empezamos a hablar, y yo nerviosísima porque al otro lado estaban mis amigos y un muchacho que me hace gracia últimamente. Bueno, pues eso, que yo nerviosa, él nervioso, mis amigos que no paraban de entrar, unos al baño y otros a buscarme... Difíciles circunstancias para mantener una conversación. Y de repente, como la cosa más normal del mundo, me pregunta: "¿Y cuántos años tienes"?
En mi cerebro se disparó una alarma. En los escasos instantes que tardé en responderle se me pasaron por la cabeza mil ideas: que si me quito años, que si jugamos a que lo adivine y me quedo con la segunda opción, que si se lo digo, que si no... Al final opté por ser normal y decirle la verdad: "Pues cumplí los 27 la semana pasada". De repente me mira a los ojos y me suelta: "Ah, pues eres algo mayor que yo, ¿no? Es que acabo de cumplir los 25".
Me dieron ganas de matarlo. La poca labia que tenía se me fue. El chaval se dio cuenta e intentó arreglarlo. Básicamente quería que nos liáramos allí, pero no estaba dispuesta a ser la comidilla de la noche (aunque luego lo fui por otros motivos). Nos dimos los teléfonos, nos besamos y salí corriendo.
Queridos hombres del mundo: si una noche salís con la intención de ligaros a una chica, le preguntáis la edad y es mayor que vosotros, NO REACCIONÉIS ASÍ. Poneos más años, quitároslos, haced lo que queráis, pero no soltéis esas frases, por favor.
Y si esto es así a los 27, ¿cómo será a los 30?
Estábamos en nuestro bar de siempre, poniéndonos ciegos a base de alcohol para no perder la costumbre, cuando apareció un moreno lindísimo al que ya tenía fichado de antes. Nos pasamos la noche de miraditas, sonrisas y demás, en plan ligoteo sutil, hasta que una de las veces que fui al baño me lo encontré en la puerta. Me paró y empezamos a hablar, y yo nerviosísima porque al otro lado estaban mis amigos y un muchacho que me hace gracia últimamente. Bueno, pues eso, que yo nerviosa, él nervioso, mis amigos que no paraban de entrar, unos al baño y otros a buscarme... Difíciles circunstancias para mantener una conversación. Y de repente, como la cosa más normal del mundo, me pregunta: "¿Y cuántos años tienes"?
En mi cerebro se disparó una alarma. En los escasos instantes que tardé en responderle se me pasaron por la cabeza mil ideas: que si me quito años, que si jugamos a que lo adivine y me quedo con la segunda opción, que si se lo digo, que si no... Al final opté por ser normal y decirle la verdad: "Pues cumplí los 27 la semana pasada". De repente me mira a los ojos y me suelta: "Ah, pues eres algo mayor que yo, ¿no? Es que acabo de cumplir los 25".
Me dieron ganas de matarlo. La poca labia que tenía se me fue. El chaval se dio cuenta e intentó arreglarlo. Básicamente quería que nos liáramos allí, pero no estaba dispuesta a ser la comidilla de la noche (aunque luego lo fui por otros motivos). Nos dimos los teléfonos, nos besamos y salí corriendo.
Queridos hombres del mundo: si una noche salís con la intención de ligaros a una chica, le preguntáis la edad y es mayor que vosotros, NO REACCIONÉIS ASÍ. Poneos más años, quitároslos, haced lo que queráis, pero no soltéis esas frases, por favor.
Y si esto es así a los 27, ¿cómo será a los 30?
Etiquetas:
edad,
ligoteo,
reflexiones enfermizas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)