jueves, 28 de mayo de 2015

Ponga un poco de política de su vida y sea mucho más infeliz

Por mucho o poco que me guste, la política forma parte de nuestras vidas: influye en la forma en la que dirigimos nuestro camino, en la que escogemos a nuestros amigos, en la que vestimos y en la que hablamos. Creo que eso es bastante evidente. Sin embargo, creo que no sabemos integrarla correctamente. Es imposible no ver hasta qué punto llega a ser la semilla del odio más puro, pues la Historia tiene multitud de ejemplos al respecto. Pero sin necesidad de irnos a grandes cismas históricos, basta con verlo en nuestras propias familias y círculos de amigos. ¿O acaso no habéis tenido nunca una discusión acalorada por desavenencias de este tipo? Seguro que sí. Y a mí esto me agota. Me agota tanto que no tengo palabras para expresarlo. Sé que es absolutamente imposible, pero sueño con un momento político y social en el que no pensar exactamente lo mismo no sea motivo de insulto, pelea, temor, repulsa o desprestigio. Ojalá no hubiese que escuchar esos «hemos perdido» o «hemos ganado» que tanto detesto ni ser testigos de la irracionalidad que estas diferencias acarrean. Ojalá pudiéramos ponernos de acuerdo en unos puntos básicos que, si bien para mí no son más que condiciones primordiales para que todo el mundo tenga derecho a vivir dignamente esta única vida que tenemos, para otros son «ideas de extremistas radicales». No comprendo cómo puede haber abismos argumentales tan amplios ni cómo podemos llegar a ciertos extremos. Pero que no lo comprenda no quiere decir que no sea consciente de ellos. No sé por qué, si un partido gana unas elecciones, mis padres me llaman para alardear de una victoria y, si no lo hacen, no dan señales de vida en días, con miedo quizá a que yo haga lo mismo que hacen ellos. Me sorprende que a estas alturas de la película no me conozcan lo suficiente. Me sorprende que, aunque sea en broma, puedan llegar a darme los mismos calificativos que los medios de comunicación más podridos otorgan a los que no piensan como ellos. Me sorprende todo tanto y a la vez tan poco...

En fin. Se supone que debería estar contenta porque, según algunos dicen, «hemos ganado», aunque yo no creo haber ganado nada y aún queda muchísimo que cambiar. Supongo que tiene que ver con lo que comentaba hace unos días con un amigo sobre la «pureza» de la izquierda, que somos nuestros peores enemigos porque no admitimos nada que no sea moral y éticamente perfecto (según nuestros baremos, claro) y eso es imposible. Ahora, los idealistas como yo vivimos con miedo a que estos nuevos gobiernos se equivoquen en algo y eso dé pie a las recriminaciones y los «te lo dije» porque no basta con que las cosas cambien a mejor: necesitamos que todo el mundo esté de acuerdo con eso. Y ahí reside el problema, mi problema: en la paradoja de querer que todo el mundo esté de acuerdo sin estarlo. Ese el  motivo de que me ponga tan triste con estos temas y de que piense tan a menudo que lo mejor es irme a vivir lejos de todo y de todos. Es algo inalcanzable e imposible por definición. Solo tengo que aprender a vivir con ello, pero qué difícil es.

3 comentarios:

Esquinero dijo...

Puesto que:

a) la izquierda es la peor enemiga de sí misma y
b) las mujeres son las peores enemigas de sí mismas,

colijo que ser mujer y de izquierdas debe ser lo más parecido al infierno.

Qué de acuerdo estoy en casi todo lo que dices. Y eso que a estas alturas ya me considero de derechas. Y tengo mis motivos.

Pero después de muchos años he llegado a una conclusión que comparto aquí contigo: sólo el humor nos redime. Yo todos los días procuro muy seriamente no tomarme muy en serio.

Alemanita dijo...

Se dice algo sobre que si eres joven y no eres de izquierdas, no tienes corazón, y si eres adulto y no eres de derechas, no tienes cerebro. En mi padre, hijo de comunista encarcelado como tal, he visto la evolución desde la izquierda más sindicalista hasta la derecha más "económica", así que la entiendo, pero espero que no me pase lo mismo.
Desde luego, como dices, lo mejor es no tomarse en serio ni a uno mismo.

Y, dicho esto, quería comentarte lo mucho que disfruto de tus comentarios.

¡Un abrazo!

Esquinero dijo...

Y yo de tu blog, aunque las entradas caigan con cuentagotas :)