martes, 23 de noviembre de 2010

El salvavidas de la inercia

Últimamente ando reflexionando sobre muchas cosas: la felicidad, el amor, la amistad, la familia, la política, el trabajo, la vivienda, la sociedad... Demasiados conceptos trascendentales para tan poca cabeza. El resultado que he obtenido, como no podía ser otro, es que casi todo me produce cierta repugnancia. Estoy cansada del amor, de la amistad, de la política y la sociedad por encima de todo,de la búsqueda de la felicidad... La verdad es que no le veo sentido a casi nada y estoy cansada de luchar por lo demás; por una vez, para variar y para saber qué se siente, me gustaría que alguien luchase por mí. Ya no quiero defender a nadie, no me interesa escuchar a nadie y me dan igual los problemas de la gente: quiero que alguien, quien sea, se preocupe por los míos. Es genial ser la persona vertedero de todo lo que te rodea, pero hasta los vertederos hay que cuidarlos, porque si se llenan se quedan inutilizables. Bonita metáfora, ¿eh? Pues eso.

Mi entorno ha llegado a un grado de egoísmo que ya me da incluso asco. Estoy cansada de tener que comportarme de una forma o de otra porque a uno le puede molestar, el otro lo puede malinterpretar o al de más allá no le va a interesar. Y no me refiero a las tonterías de "bah, haz lo que quieras y al que le moleste que se aguante". No, no se trata de eso. La pregunta es: ¿por qué tiene nadie que aguantar nada? ¿Tan difícil es ver las cosas? Es que ya hay que pedir perdón hasta por enamorarse, y vamos, sólo faltaba...

En fin, el hecho es que hace ya mucho, mucho tiempo que dejé de ser la niña alegre que había sido siempre para convertirme en una persona cínica y casi diría que gris, y no puedo decir que haya sido por algo concreto, no puedo echarle la culpa a ningún punto de inflexión, y eso me frustra todavía más. No encuentro motivación en nada, todo me da igual, y sí, sigo teniendo cosas que me hacen moverme, pero cada vez se aproximan más a la monotonía: me muevo por inercia, porque tengo que moverme, porque tengo que hacer cosas, conseguir cosas, tener cosas, porque tengo que encontrar un piso, porque tengo que trabajar, porque tengo que ganar dinero, porque tengo que salir, porque tengo que leer, porque tengo que visitar a no sé quién, porque, porque... Por inercia. Por la bendita inercia. Porque a veces no sé qué haría sin ella. Porque me cansa enormemente escuchar las mismas tonterías, y por inercia, he aprendido a sonreír, a escuchar, a asentir. Casi diría que a vivir.

Y tampoco sé cómo se arregla eso. Pensaba que tal vez yéndome a otro sitio, cambiando de aires... Pero me da miedo. Miedo a llevarme mi inercia conmigo y no ser capaz de disfrutar el cambio. Miedo a que la gente de allí sea igual que la de aquí, a que las noticias, los problemas y los egoísmos sean los mismos, a que no sirva de nada, a prolongar la espera de ese momento en que me libraré de todos mis bloqueos y volveré a ser yo.

Y aquí sigo. Sigo levantándome, trabajando, ganando dinero , buscando piso aquí y en Pekín, saliendo, entrando, leyendo, riendo, llorando... Sigo haciendo lo mismo. Sigo pensando en a dónde pertenezco, cuál es mi sitio, y cómo llego a él. Sigo buscando las respuestas, aunque es difícil cuando ni siquiera se conocen todas las preguntas.




4 comentarios:

Esquinero dijo...

Aaaah, la angustia existencial que todos (bueno, todos es una palabra muy grande: casi todos) hemos sentido o sentimos alguna vez.
No hay recetas para evitarla, así que al menos se lleva mejor cuando uno sabe que el viaje es compartido (mal de muchos...).
Gracias por escribir sobre ello.

Anónimo dijo...

Me uno al post anterior: quién no ha pasado por este tipo de angustia alguna vez?! Soluciones?... pocas hay, y sobre todo hay pocas recetas para superarla. Lo que a mi me ha ayudado ha sido irme de donde estaba, irme del lugar de confianza, enfrentarme al miedo y a la incertidumbre. Que al principio estás sola? Pues claro. Que tienes que luchar sola? Muchas veces. Que empiezas a reconstruirte tu vida tal y como tú quieres? Enhorabuena, porque eso es lo que has querido y quieres. Vivir a tu manera, vivir con las personas con la que quieres estar, y punto.
Espero, Alemanita, que encuentres pronto tu solución, y que no te hundas más en la desesperación. Escápate de la inercia, haz la maleta, y viaja. Vé a donde tú quieras. A Berlín, quizás? ...
Atrévete.
Lectora anónima.

grigori dijo...

No digo que sea tu caso, pero el cuento de la lechera de "empezar de nuevo soluciona todos los problemas" tiene su peligro, ya que en general no lo hace... Pero cambiar de aires de vez en cuando es bueno (al menos un tiempo), eso es innegable.

Alemanita dijo...

Sé que empezar de nuevo no soluciona nada, pero quedarse y darle vueltas a lo mismo tampoco, sobre todo cuando la gente no colabora en mejorarlo. Supongo que de ahí viene el conflicto. ¿Irse sería realmente una huida o simplemente una solución, ni mejor ni peor que otras? Claro, también está la opción de encerrar a todo el mundo en una sala y explotar, pero creo que sería bastante peor. En esas situaciones todo el mundo tiende a decir cosas por el placer de herir, y a mí eso podría dárseme demasiado bien...
En fin, supongo que como decía Esquinero, es una cuestión de angustia existencial y, después de haber dado tantas vueltas, de no saber a dónde pertenezco. Y ya está.