miércoles, 7 de diciembre de 2011

El síndrome del desarraigo

Después de casi dos años siendo traductora autónoma mi padre sigue sin entender que lo que hago es un trabajo y que estoy aquí porque quiero. Cada vez que hablamos por teléfono me insiste en que tengo que decidirme por un sitio donde quedarme, que tengo que comenzar a acumular un patrimonio para mi jubilación y que si lo hago en Granada, además de ser más barato, cabría la posibilidad de que encontrase "un trabajo".

Aunque sé que mi padre es una persona inteligente y con los pies en la tierra, me temo que no se da cuenta de que ser traductor autónomo no es algo "temporal" (o al menos no es la idea) ni tampoco el capricho de la niña estos últimos años, sino el oficio que he elegido para vivir. Obviamente no soy tonta y si algún día surgiese otra buena oportunidad laboral la aceptaría, pero "buena" no siempre significa "más dinero". No quiero un trabajo en el que a cambio de 1800 € "fijos" me puteen como al que más. No, gracias, para eso ya me puteo yo sola.

En fin, y como un tema lleva a otro, al final acabó dándome su opinión de por qué estoy aquí, y agárrense: dice que tengo miedo al compromiso. Esto podría ser verdad en el caso de que tuviese algún compromiso del que huir, pero dado que no lo hay, ¿a qué se supone que le tengo miedo? Aunque en su momento fue de los primeros en animarme a que me viniese a Alemania de un tiempo a esta parte no deja de sugerirme que en Granada estaría mejor, que la vida sería más barata, que tendría el apoyo de la familia y los amigos, etc. A veces me pregunto en qué condiciones piensa que vivo aquí y si realmente cree que todo sería de color de rosa si estuviera allí, porque yo sé que no. Más bien serían color gris tirando a caca.

Me resulta duro decirlo, pero hace tiempo que dejé de sentir que mi lugar está allí. En realidad creo que no está en ningún sitio, aunque la experiencia me dice que todo aquel que pasa más de 2 o 3 años en el extranjero (me encanta esa palabra, el extranjero) adquiere este síndrome del desarraigo. De repente nada es tan bueno ni tan malo, te cansas de los sitios al cabo del año, al poco de llegar a un lugar ya estás pensando en irte a otro, siempre tienes la sensación de estar perdiéndote algo por estar aquí y no allí, echas de menos lo bueno de cada sitio y te agobia el no encontrarlo todo allá donde estés... Seguro que sabéis de lo que hablo.

A veces me pregunto si en realidad esto es una búsqueda imposible; al fin y al cabo, no busco nada concreto. O sí, quién sabe. Supongo que busco lo mismo que todos, un rincón en el que ser feliz, y supongo que es más fácil cuando sabes que tienes que encontrar ese rincón en un solo lugar. Pero el mundo es tan grande y hay tanto por ver y por hacer... ¿Es ese mi "destino"? ¿Dar vueltas por mil sitios sin poder parar en ninguno? ¿Podré vivir siempre de lo que me gusta hacer? ¿Seré la vieja de los gatos y sin un techo donde dormir? ¿Debería volver a "casa"? ¿Probar suerte en otro lugar? ¿Debería quedarme aquí?

Ya sé lo que estáis pensando: que la vida pone a cada uno donde tiene que estar, que no le dé vueltas, que decida sobre la marcha, que pensar en esto no merece la pena... Yo sí creo que es importante y también empiezo a cansarme de la sensación de descontento perpetuo, pero por desgracia no parece que exista ninguna solución mágica para estas cosas. Sí, tocará seguir esperando, seguir haciendo listas de pros y contras y seguir con la sensación de desarraigo hasta que un día la vida me ponga donde tenga que estar, hasta que deje de darle vueltas o hasta que decida sobre la marcha.

Sólo espero que ese día no tarde mucho en llegar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No te imaginas cuánto te entiendo y cuánta similitud guarda el discurso de tu padre con el del mío.

No estás sola. Somos miles de células independientes las que formamos nuestro propio país, enraizado en los entresijos de todos los demás.

Nadie nos entiende, salvo nosotros mismos y nunca tendremos el espíritu de equipo que une a los que se quedan, pero nuestra fuerza reside precísamente en nuestra capacidad para sobrevivir donde sea.

Volveremos a nuestra tierra, o no. Volveremos a ver la Alhambra, la Alcazaba, la Malagueta...pero será sólo si nosotros queremos, cuando nosotros queramos y por nuestras razones.

Y cuando lo hagamos, llevaremos en la buchaca ganado, mucho más de lo que nos habremos perdido allí.

Enhorabuena: Ahora tienes pasaporte apátrida.

Montserrat Varela dijo...

Siento lo mismo que tú. Llevo trece años aquí en Alemania, y desde ya hace como mínimo cinco que me siento extraña allá, en España. Me encanta ir y ver a mi familia, pero no es mi vida. Tampoco la gente de aquí lo entiende, siempre te preguntan que si no quieres volver. Pues claro que no: qué tengo allí, les pregunto. Nada. Aquí sin embargo tengo mi familia y mi trabajo. Es así de sencillo.

Anónimo dijo...

Estuve en Alemania solo una semana y me costó volver. Se acostumbra uno pronto a que las cosas funcionen.
Vivo fuera de la ciudad donde nací y donde vive mi familia desde los 17 años (hace 34!), no puedo ejercer mi carrera en ella y eso me libra de las llamadas al regreso, pero no de las peticiones de visitas más frecuentes.
Yo voy, la verdad, lo menos que puedo y solo por amor de hijo.
Eso si, entiendo a tu padre como a los míos, se hacen mayores y nos echan de menos, les pareció bien, incluso se sintieron orgullosos de que volásemos solos, pero nos echan de menos y nos quisieran allí con ellos. Tampoco es egoísmo, ellos creen eso de que 'como en casa en ningún sitio' y lo que no entienden es que crecimos y nuestra casa está donde estamos nosotros.

marisa dijo...

Hola,
he llegado hasta aquí buscando algo de calma ante una sensación que me lleva acompañando desde hace bastante tiempo y que además por lo qeu leo no va a ser fácil de abandonar. Yo salí hace muchos años de casa,, con la idea de formarme en Investigación. PAsé 7 años en Canarias y luego también en USA, 4 años. En Canarias disfruté, tuve mi vida, lo pasé genial, pero no arraigué, por decirlo de alguna manera: mi meta no era la de quedarme allí, y seguí mi camino hacia otro lugar. Estaba allí con la finalidad de formarme y cuando lo hice recogí los bártulos y me fui a seguir con mi formación a otro lado. Supongo que la energía me la dio tener una suerte de pareja por aquel entonces que no estaría demasiado lejos de mi destino en usa. Ahora que terminó mi periplo yankee he vuelto a españa con un trabajo estable. Parece que es lo más ordenado que he hecho en mi vida, cumplir con las responsabilidades de mi carrera e ir acumulando puntos hasta llegar a la casilla final. Guau, ahora tengo la plaza, no debo quejarme, con la que está cayendo. Y la realidad es qeu me siento sola. Toda mi gente, mis relaciones, esparcidas por el mundo en muchísimos lugares. Mi memoria me dice que hace 12 años que no estoy en la españa peninsular; pero mi cultura me dice que esta nueva ciudad mediterranea no es del todo nueva para mi. Mi corazón unas veces me dice "lo ves? ahora ves a los amigos de antaño y a la familia cuando quieras" y otras veces me dice "pero si ya te adaptaste a vivir sin ellos, entonces vale la pena buscarlos? forzarte a sentir?". Mi realidad me tiene contra las cuerdas ante una situación donde no tengo tiempo ni energía para abrir nuevas vías. A veces me escapo para estar con los que ya quedaron atrás porque los cambios son difíciles y me permito alguna concesión, tanto real como mental, doy rienda a mis ilusiones pero suelen ser con la gente que conocí, a quien me une experiencias pasadas, pero que no están ahí, sino a 400 km en tren, a 3000 en avión hacia el sur, a 5000 en avión hacia el norte.
En definitiva, no sé si el desarraigo está allí cuando uno vive fuera de sus orígenes, o está aquí cuando uno vuelve y no puedes traer contigo nada de lo que acumulaste en tu vida. Supongo que lo mejor es tener un buen par de motivos para decidir quedarse en un lugar. Y si tienes la suerte de poder decidir tu fuente de ingresos y poder elegir, quizás enamorarse de un local y compartir lo qeu venga o plantar el culo en un sitio como punto de referencia puede ser una alternativa. O puedes enamorarte del lugar, pero creértelo de verdad. De todas maneras hay que dedicarle un tiempo a meditarlo. Luego de meditarlo, tenerlo claro. Acompañar tanta meditación con buenas dosis de actividad deportiva para no confundir nuestra agonía emocional provocada por la duda con el motor de nuestras decisiones. Aíslate del cuerpo y piensa en soledad. Quizás un día de estos ya se te haya olvidado por que dudabas.
saludos

Putalia dijo...

Si no quieres sentir desarraigo:

http://www.putalia.com

Mano de santo ;)

Anónimo dijo...

Casa es donde a uno le dice que el corazón que esta bien, no donde la mente nos dice que deberíamos estar.

He vivido en muchos países y un día comprendí que ese desarraigo empieza al considerarse uno a uno mismo un desarraigado y termina el día que rechazamos ese adjetivo como algo que nos defina. El día que comprendemos que tenemos un hogar y una casa, que todos tenemos un sitio en el planeta pero que debemos luchar por él empezamos a sentir arraigo en cualquier sitio. Miedo al compromiso puede ser a veces con uno mismo. La única manera de sentir, es ser absolutamente sinceros con nosotros mismos, la única manera de ser sinceros con nosotros mismos, es olvidarnos de la imagen que los demás tienen de nosotros y crear nuestra propia imagen. Ojo, no es fácil, pero la coherencia interior es la mejor cura que conozco para ese sentimiento que comprendo tan bien de no pertenecer. Espero que estas palabras te ayuden algo a encontrar "tu" hogar, que siempre ha estado dentro de ti.