Este fin de semana me dieron un consejo:
«Escribe una carta y quémala después».
Escribir una carta en la que poner todo lo que no me atrevo a decir en voz alta, todo lo que me duele, todo lo que querría decir pero sé que no puedo, que no sería justo y que, en realidad, solo haría más daño. Escribir todo eso y quemarlo después... Suena muy tentador.
Me encantaría escribir esa carta. Hay tantas cosas que querría decir, que necesitaría saber y que me gustaría preguntar... Pero ¿qué sentido tiene escribir algo que nadie va a leer? O peor aún: ¿qué pasaría si llegase a los ojos de alguien? Demasiado peligroso, demasiado doloroso. Pero tampoco creo que sea justo vivir como si no pasara nada, seguir sonriendo cada vez que salgo de casa y romperme cuando vuelvo a ella. Me he metido en un círculo vicioso del que no sé cómo salir y lo único que me apetece es sentarme aquí a escribir y... Pero claro, yo y mis medias tintas tampoco podemos escribirlo todo, así que solo es terapia a medias. La otra mitad la suplo pasando todo el tiempo que puedo con el cerebro en off, ya sea viendo series o saliendo por ahí, buscando actividades que no me hagan pensar ni hablar demasiado.
Sé que estas cosas pasan y se olvidan, lo sé, pero también sé que esta va a tardar mucho en pasar. Demasiado, tal vez. Y creo que «demasiado» es la palabra que mejor define esta historia: era demasiado buena, demasiado loca, demasiado prometedora... Y eso hace que quieras dar demasiado, y al final todo es mucho, mucho más de lo que nadie puede afrontar así, de primeras. Todo es demasiado. Pero cuando cruzas una determinada línea, «demasiado» ya no es suficiente. y el problema fue que se cruzó. Y joder, qué bonito era lo que se veía al otro lado y, por una vez, qué ganas de ver a dónde llevaba...
Tal vez algún día me atreva a hacer ciertas preguntas, aunque no sé si debería... Tal vez... O tal vez haga como siempre hago: sonreír, decir que no pasa nada y que todo está bien mientras lucho para que no se note cuán vilmente estoy mintiendo. Tengo tantas cosas en el tintero...
Tal vez sí sea una buena idea escribir esa carta. Solo escribirla, sin más, sin decidir qué voy a hacer con ella. Solo sentarme delante de una pantalla o un folio en blanco y dejar que todo fluya hasta que no quede nada por decir.
Tal vez.
2 comentarios:
Me voy a permitir volver a comentar aquí, aunque nadie me haya llamado. Sugiero:
Opción 1: escribir la carta en el ordenador y guardarla cifrada con encriptación fuerte. Hace gracia leerlo al cabo de unos años (si te acuerdas de la clave, claro) y darte cuenta de lo pequeñito que se ve todo con el tiempo. No es tan divertido como quemar un papel, pero hace menos humo.
Opción 2: ya sabes que a veces la mejor manera de ocultar algo es ponerlo a la vista de todo el mundo. Escribe un libro. Con seudónimo. Cambia los nombres de los personajes. Altera la realidad para hacerla más interesante o despistar a los que puedan reconocer la historia. Vende el libro con Amazon Publishing. Si la historia es muy buena, get rich ;)
En caso contrario, al menos, habrás conjurado tus demonios. Y eso A LOS QUE SOIS UN POCO BIPOLARES os va bien :D
Jajajajajajaja, lo que me he reído cuando he leído en el súper lo de la bipolaridad, cómo me miraba la gente :D
Llevo tiempo dándole vueltas al argumento (o más bien, a la estructura) de una historia, pero no sé cómo empezarla. A lo mejor pido consejo escritoril por ahí y me lanzo. Total, si media España puede (y no precisamente la más cultivada), yo también.
Y a estas alturas de la vida, no creo que haga falta que te llame(mos) para que vengas. Un abrazo. Sr. Esquinero.
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