martes, 18 de enero de 2011

Agrandando la brecha

No me apetece callarme más estas cosas.

Estoy cansada de no poder compartir mis aficiones con los que se supone que son mis amigos más cercanos. Estoy cansada de aguantar bromas sobre lo que me gusta o no me gusta hacer. Estoy cansada de callarme, de sonreír y de poner buena cara cuando luego me piden exactamente lo mismo que me critican. Estoy cansada de comentarios mordaces. Estoy cansada de algunos de mis amigos, y no os imagináis lo mucho que me cuesta reconocer eso, pero es así. No pido que compartan mis aficiones, que sean atentos ni que se muestren interesados en mi vida. Lo único que quiero es que, por lo menos, me dejen tranquila.

Y sí, los amigos están para hacer bromas, para picar de vez en cuando, para meterse fiestas, para salir a ligar, para hablar de sexo y para mil cosas más, por supuesto que sí, pero creo que ya nos conocemos todos lo suficiente como para saber de qué pie cojea cada uno, y siempre he dejado bastante claro el tipo de bromas que me hacen o no me hacen gracia. Y estas ya me ponen de los nervios. ¿Acaso me meto yo con cómo pasan su tiempo libre? ¿Los he insultado? Los he cortado cuando han venido a hablarme su última adquisición/proeza/anécdota/loquesea? No. Al contrario; aunque no me interese nada en absoluto, y aunque a veces me duela, les pregunto, les animo a que me hablen de ello e intento darles conversación. Les pregunto por el puto fútbol, por los putos videojuegos, por los putos deportes de montaña y por las putas noches de sexo con adolescentes. ¿Por qué? Porque me considero su amiga, y porque creo que los amigos están para algo más que para hacer bromas, para picar de vez en cuando, para meterse fiestas, para salir a ligar, para hablar de sexo y para mil cosas más.

Así que, ya que no les interesa una mierda, al menos podrían tratar de ocultarlo. A mí, la verdad, es que tampoco me apetece una mierda hablarles de nada.

No hay comentarios: