Acampada

Pues ayer volvimos de nuestra acampada de una noche en un lugar muy lejano de cuyo nombre no quiero acordarme...Bueno, muy lejano no. Estaba cerca de Guadix y Baza. En fin, la cosa es que llegamos vivos, lo cual tiene muucho mérito después de la noche que pasamos mientras todos los seres vivientes del monte se dedicaron a atacarnos. Al principio todo fue bien: un cielo maravilloso, montones de estrellas fugaces, mucho sentido del humor, comida rica, concurso de eructos, botellita de lambrusco...Todo perfecto, hasta que nos acostamos. Ahora sé que habíamos sido observados desde que llegamos, porque en cuanto nos acostamos...empezó la danza de la muerte. Sísí, como lo oís (leéis): pasos alrededor de la tienda, lonas que suenan de forma extraña, gruñiditos en pleno silencio...Un sin vivir vaya. A mi casi me da un ataque, no sé si de asma o al corazón, pero uno de los dos venía en camino. Y el señor Grigori empeñado en que era "el hombre que se arrastra"...En fin, que al final se dedujo que era el viento el causante de nuestros miedos, pero eso no facilitó mi entrada en el mundo de los sueños...Yo seguía viendo al guarda forestal que se perdió en el monte, al conejo asesino y al jabalí de los ojos rojos. Uy qué susto. Supongo que se estarán riendo durante años de mi, pero no me importa, porque en el fondo así fue más divertido. ¡Pero a Dios pongo por testigo que si vuelvo a subir al monte a dormir, me llevo un macuto lleno de cepos!

El conejo asesino
(Próximamente fotos en Flickr)