domingo, 26 de agosto de 2007

Viernes, 24 agosto 2007

Vale, después de haber estado quince minutos escribiendo un post, Word me ha mandado a la mierda, se ha cerrado y me ha dejado con esa cara de gilipollas que a todos se nos queda cuando perdemos un documento, por inútil que sea. Empiezo a pensar que todas las pantallas vienen con cámaras incorporadas que registran esos momentos y que luego envían las imágenes de nuestras caras de panolis al señor Gates, Bill Gates, para que se descojone del personal en sus horas bajas y aumente su sensación de poder sobre el resto de los pobres y mortales usuarios de Office. En fin. Y que conste que no tengo nada en contra de ese señor, vaya que no, pero podría mejorar el sistema de recuperación de documentos de Word, digo yo. En fin, eso me pasa por no haberlo guardado a tiempo.

Bueno, pues lo que yo quería contar es que estoy en Murcia y sin Internetd debido a un fallo de inteligencia que me llevó a confundir el cable que conecta mi trasto al rúter con el que lo conecta a la toma de teléfono de mi abuela. Fíjate. Una, que después de un año acostumbrada al maravilloso, aunque escaso, WiFi de mi resi, pues no se paró a pensar en el tamaño de los cabezales. Eso, para que luego digan que el tamaño no importa.

La cosa es que, como no tengo manera de conectarme, pues escribo lo que se me antoje ahora y ya lo publicaré en Granada. Es decir, que si estáis leyendo esto, es porque ya lo he publicado y porque estoy en Granada (¿hace un café?).

Hoy es viernes, y llevo aquí desde el martes por la noche, sobreviviendo bajo condiciones muy adversas, basadas en dos elementos: el no tener móvil, y mi abuela. El primero, pues bueno, creo que ya me he acostumbrado, y casi que me alegro, porque este mes la factura será ínfima (o eso espero), lo cual le vendrá muy bien a mis números rojos de menos casi cuatrocientos euros. Sí amigos, así que olvidaos de préstamos y demás, y si alguien conoce algún método de presión psicológica a contables desaprensivos, estaré encantada de ser ilustrada en el mismo. El segundo, mi abuela, merece un post aparte, porque vaya tortura....

Pues eso, que estos días están siendo la mar de tranquilos: duermo, veo la tele, leo como una posesa, como con la familia, paseo con la familia, voy de compras con la familia...emY fomento relaciones con la familia. Echaba de menos estas cosas, la verdad. Hoy hemos ido andando al Salto, por donde pasa el río Mula, y a donde he ido a bañarme en verano desde que tengo uso de razón, y antes. Me he puesto morada de moras (qué redundancia más bonita), y luego hemos subido al Castillico, las ruinas de una antigua fortaleza en el montecito que se levanta sobre el río. Ruinas en todo el sentido de la palabra, porque allí no hay ná. Si me llevan y no me dicen lo que es, ni se me pasa por la cabeza pensar que allí ha habido alguna vez algo. Eso sí, ha sido un placer contemplar todo el altiplano de Bullas y parte de la comarca desde allí. Luego hemos ido al cementerio a visitar parientes, pero estaban cerrando, y un encargado muy tétrico que ha acojonado a Ana nos ha dicho que, si queríamos, que él esperaba a que saliésemos para cerrar. Después de mirar sus gafas de culo de botella, sus dientes (pocos y ennegrecidos) y su mirada, que mientras nos hablaba miraba detrás de nosotros como si hubiera alguien ahí y nosotros venga a mirar hacia atrás por si de verdad hubiese alguien aunque no lo había, le hemos agradecido su ofrecimiento y nos hemos ido a paso ligero. Mañana volveremos a plena luz del sol.

Por lo demás, nada más. Espero ansiosa la llegada del domingo para el ritual almuerzo con mis tíos en el que se comen langostinos y arroz con conejo, dos de las cosas que más feliz me hacen del mundo.

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