Estas últimas semanas (¿dos?) mi vida laboral se resume a "¡ponte 500 para las 10!", "¡dame una de 1500 antes de las 14:00!", "¿qué pasa con las 3.500 del contrato?", "¡que se me enfrían las 354 líneas del viernes!", "que dicen que a estas 1800 les hace falta una revisión", "¡una de controlar el formato!"
Pue eso, que el departamento de alemán está un poco agobiado, y mi ojo derecho quiere petar. Me grita y explota en mini-derrames; cualquier día, me salta a la pantalla y se convierte en tortilla...Qué imagen tan poco apetecible, ¿no?
¡Por cierto! Mi jefe dice que, como gesto de apoyo para con sus empleados, empleados a los que no consigue pagar cuando corresponde, pagándoles en ocasiones a día 23 y 25 del mes siguiente, en un magnánimo gesto de compresión suprema, nos convocó a una reunión el viernes pasado para decirnos que él también se va a sacrificar: no va a cambiar el motor estropeado de su Porsche hasta que no consiga remontar la situación financiera.
Y digo yo que, para decir eso, mejor que se pague unas cervecitas, que nosotros nos quedamos más contentos y nos ahorramos tener que poner la sonrisa forzosa de "ay omáaaaa, qué pocas luces..."
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