viernes, 28 de diciembre de 2007

Palabras vacías

Estoy en el salón mientras mi abuela ve en televisión la misa que retransmiten por una cadena de estas locales, y estoy alterándome de una forma increíble. ¿Cómo pueden manipular a la gente así? Además de que el señor que ejerce de párroco es la cosa más mustia, monótona y aburrida que hay (como la gran mayoría de sacerdotes, con sus excepciones, por supuesto), está usando su sermón para inculcar una serie de ideas a los creyentes que me parecen excesivas. Puedo entender que la Iglesia esté en contra del aborto, por supuesto que lo entiendo, y si me esforzara, incluso podría entender que usaran el lenguaje que está usando este señor para hacer ver a sus feligreses la calaña a la que pertenecen las personas que lo practican o ayudan a practicarlo. Lo que no entiende es que, además de en su moral, también intenten influir en ellos diciéndoles a qué partido político tienen que votar. Que yo sepa, en la Biblia no dice que unos sean los buenos y otros los malos, y pienso que la religión no tiene por qué ir acompañada de unas ideas políticas determinadas, aunque la tendencia o la realidad de nuestros días sea otra.

La Iglesia se queja de que cada vez hay menos gente en las misas, y que apenas hay gente joven entre sus seguidores, pero...¿qué pretenden, haciendo las cosas como las hacen? Hace relativamente poco salió en televisión el caso de un párroco de la iglesia de un pueblo de Almería, creo recordar, al que el arzobispo de Granada envió a otra parroquia por los motivos que cito textualmente:

"Desde que Gabriel Castillo fuera trasladado a la localidad de Cenes de la Vega, el pueblo de Albuñol no ha cesado en su empeño de obtener una explicación por parte del arzobispado que vaya más allá de la obediencia debida y de los continuos y rutinarios movimientos de sacerdotes entre las distintas parroquias.

De hecho, los vecinos de Albuñol no dudan de que el verdadero motivo del traslado es que Castillo alojó en su propia casa a un numeroso grupo de inmigrantes ilegales, que el pasado invierno buscaban trabajo en los invernaderos de la zona y que vivían en la playa y en el castillo de La Rábita.

Esta circunstancia disgustó a unas monjas de la zona, que no se explicaban cómo un sacerdote daba asilo a un grupo de musulmanes, lo que propició una queja al arzobispado que fue atendida por Francisco Javier Martínez."

Fuente: el País digital.

Por estos motivos y mil más, me niego a pertenecer a un culto en el que se intenta inocular determinadas ideas en la mente de los fieles a pesar de que los fundamentos de esta religión sean el amor y el respeto al prójimo.

Palabras vacías por todos lados...

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